Si bien muchos líderes políticos resguardan el derecho de los manifestantes a expresarse, instaron a quienes salen a protestar a usar mascarillas y mantener el distanciamiento social, tanto para protegerse a sí mismos como para evitar una mayor propagación del virus en la comunidad.
Más de 100.000 estadounidenses han muerto por la COVID-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus. La comunidad afroamericana ha sido particularmente afectada: se han registrado tasas de hospitalización y muertes que superan con creces las de los blancos.
El flujo espontáneo de las protestas están ocurriendo cuando muchos estados han comenzado a reabrir con cautela, después de semanas de órdenes de quedarse en casa y con millones de estadounidenses desempleados. Los restaurantes, las escuelas, las playas y los parques están bajo escrutinio mientras el público práctica tentativamente las nuevas formas de distanciamiento social.
En Los Ángeles, donde las manifestaciones condujeron el sábado al cierre de sitios donde se hacen pruebas para el virus, el alcalde Eric Garcetti advirtió que las protestas podrían convertirse en “eventos súper propagadores”, refiriéndose a los tipos de reuniones, generalmente en lugares cerrados, que pueden llevar a una explosión de infecciones secundarias.
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