La doctora Dina Abdel-Salam observó horrorizada el mes pasado cómo docenas de extraños se congregaban bajo el balcón del departamento de su tía en al ciudad egipcia de Ismailia, a donde se mudó temporalmente tras dejar a sus padres mayores en casa para protegerlos de su exposición al coronavirus.
El caso de Abdel-Salam es uno de muchos en una oleada de agresiones a doctores que ilustra cómo el miedo y la ira de la población pueden volverse contra las mismas personas que arriesgan su vida para salvar a los pacientes en la pandemia.
Mientras muchas ciudades del mundo estallan en aplausos cada tarde para dar las gracias a quienes trabajan en primera línea con los enfermos de Covid-19, la dolencia causada por el coronavirus, en Egipto, India, Filipinas y otros lugares, algunos médicos y enfermeras son agredidos, intimidados y tratados como parias por su labor.
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